Justicia poética
Toda la sabiduría humana está contenida en dos palabras: Esperar y Confiar. Al menos esa es la conclusión a la que llegó Edmundo Dantés tras culminar su trabajada venganza contra quienes fueron causa de su desgracia: Fernando Mondego, Danglash y Gérard de Villefort. Trato de imaginar qué pudo sentir el conde de Montecristo al ver cumplidos cada uno de sus planes para resarcirse de su dolor. Imagino que podría quedar resumido en que “sólo el que ha probado el extremo del infortunio puede sentir la felicidad suprema”. Esto es, que quien no ha sido capaz de vivir en sus carnes las consecuencias de las maldades humanas difícilmente será consciente de saborear los efectos de una reparación, de un desagravio, de una compensación por lo vivido.
De ahí que las lecciones que podemos aprender de la lectura de esa gran novela de aventuras de Alejandro Dumas padre -o de las innumerables versiones cinematográficas, como la del año 1934 dirigida por Rowland V. Lee, protagonizada por Robert Donat y Elissa Landi– sean que, por muchas desdichas que los hombres y mujeres puedan soportar a causa de los comportamientos de otros hombres o mujeres, siempre cabe la posibilidad de un resarcimiento que compense lo pasado.
Artículo de Pedro J. Navarro